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El acoso escolar: una encerrona trágica
Låt den rätte komma in | Thomas Alfredson | 2008
Cecilia Travnik

Universidad de Buenos Aires



Introducción

Déjame entrar relata en un primer plano el encuentro entre Oskar y Eli, entre ellos se construye un vínculo de amistad y luego de amor en el que sobresalen las diferencias ya que él es un joven de doce años y Eli es un vampiro, es decir que se alimenta de sangre y asesina para sobrevivir.

Oskar sufre porque sus compañeros de clase lo hacen objeto de burlas y malos tratos constantemente, el film retrata con crudeza el aislamiento y la marginación en la que se encuentra por ser acosado en su escuela. El joven vive con su madre, quien no sabe de las situaciones de acoso que vive su hijo. Entre ellos parecería no haber un vínculo de amor y ternura sino una relación de convivencia. Su padre instalado en otra ciudad habla por teléfono con él y Oskar viaja para visitarlo en dos ocasiones durante la película, en la primera de ellas parece entenderse y divertirse pero en la segunda ocasión aparece la visita de un amigo del padre que congela este vínculo. Se muestra que el padre deja de jugar con su hijo y comienza a beber alcohol con su amigo. Es allí cuando Oskar escapa y se va a la casa de Eli.

Eli es un vampiro que vive con Hakan quien asesina por las noches desangrando a sus víctimas con una mecánica particular para que ella pueda sobrevivir. Entre ellos se muestra una relación de sometimiento en la que ella le ordena qué es lo que debe hacer. En una de estas salidas nocturnas es atrapado y decide tirarse ácido en la cara para morir, objetivo que no logra y es internado. Eli lo visita y Hakan se ofrece a que ella lo muerda y muera. Ella, ahora sola, sigue asesinando para sobrevivir y recibe a Oskar en su casa. Es desde este encuentro entre ambos al modo de un refugio donde comienza una salida de la encerrona propia de cada uno.

Este trabajo se enfoca en la situación del acoso escolar para abrir interrogantes acerca de las condiciones en las que ocurren estas escenas de violencia. En la película, como en los casos reales, las situaciones de acoso que implican un sometimiento abusivo de un alumno por otro, generalmente, se desarrollan lejos de los ojos de los adultos y bajo un manto de silencio. En este punto se abre el interrogante acerca del lugar de los adultos en esta dinámica violenta.

Por último se toman los planteos freudianos acerca del malestar en la cultura para proponer una mirada psicoanalítica sobre el acoso escolar que padece Oskar. Freud se horroriza frente al mandamiento que proclama “amar al prójimo como a sí mismo” se pregunta:

¿Por qué deberíamos hacer eso? ¿De qué nos valdría? Pero, sobre todo, ¿cómo llevarlo a cabo? ¿Cómo sería posible? Mi amor es algo valioso para mí, no puedo desperdiciarlo sin pedir cuentas. Me impone deberes que tengo que disponerme a cumplir con sacrificios. Si amo a otro, él debe merecerlo de alguna manera. (Freud, 1930/1986: 106).

Se preocupa por el carácter perverso del mismo, ya que se sostiene en un ocultamiento, en el ocultamiento acerca de la agresión que es inherente a todo sujeto. Por lo tanto plantea que este malestar está siempre presente a tal punto que se pregunta a lo largo del artículo ¿por qué no podemos ser felices? [1] Si bien no hay una respuesta, plantea que existen técnicas del arte de vivir que intentarán buscar la satisfacción. Entre ellas el amor será, al mismo tiempo, tanto el modo de evitar displacer y encontrar felicidad como así también fuente de displacer e infelicidad. En el encuentro entre Eli y Oskar se muestra este amor, el cual trae felicidad pero también provoca displacer y padecimiento. Sin embargo es a partir de este vínculo que se puede transformar la dinámica perversa del acoso escolar en la que se encuentra el protagonista. La película muestra que el amor sigue siendo una de las principales técnicas para vivir, o en este caso, para sobrevivir en esta sociedad.

¿Qué miras? ¿Me miras a mí?

En el comienzo de este trabajo se relata que Oskar, protagonista de la película, sufre de acoso escolar a continuación se señalan ciertas particularidades que conlleva este fenómeno también denominado bullying. Se toma este término porque las primeras investigaciones sobre esta temática, realizadas por Dan Olweus desde 1970 a 1978, han sido en Escandinavia mismo escenario geográfico en el que trascurre la película. Bullying fue acuñado por el psicólogo noruego Olweus quien lo ha definido como una conducta de persecución física o psicológica que realiza un alumno hacia otro al cual elige como víctima de reiteradas situaciones de hostigamiento. Asimismo el autor aclara que no todo acto de violencia en la escuela debe ser considerado bullying, por lo tanto establece tres criterios para identificar el fenómeno: 1) un comportamiento agresivo con la intención de hacer daño; 2) una alta frecuencia, es decir que el acoso debe ocurrir de manera reiterada y aún fuera de la escuela; 3) una relación interpersonal en la que existe un desequilibrio, una asimetría, de poder (Olweus, 1998). Sobre este último punto se señala que el bullying es considerado una forma de abuso, el autor explica que es un “abuso entre iguales” por tratarse de dos alumnos. Si bien se consideran pares respecto a su lugar en la organización escolar, hay uno que se posiciona como mayor frente al otro. También se debe mencionar que Olweus deja por fuera del análisis a los demás actores institucionales que están involucrados en la situación de abuso, ya que la misma ocurre bajo la complicidad o la indiferencia de los otros compañeros.

Por lo tanto se trata de una dinámica que una vez instalada se mantiene en el tiempo y el desenlace, como se muestra en la película, se presenta trágico. En algunos casos, lamentablemente, los niños o adolescentes hostigados son golpeados hasta provocarle lesiones graves y en otros estos mismos se suicidan para poner fin a esta situación. No existe un lugar para ambos, es el uno o el otro.

De inicio, en una encerrona trágica prevalece el dolor psíquico, un sufrimiento que se diferencia de la angustia porque ésta tiene momentos de culminantes y otros de alivio. Quien sufre ese dolor no vislumbra para éste ningún final no tiene la esperanza que cambie la situación de dos lugares. Una situación sin salida con connotación infernal. (Ulloa, 1995 : 187).

Así se muestra en el film el dolor padecido por Oskar, un sufrimiento interminable. Los hechos históricos han demostrado que los seres humanos poseemos impulsos agresivos y que si estuvieran librados emerge la crueldad y la brutalidad. Freud ya explicaba la existencia de tendencias agresivas inherentes al ser humano para las cuales la cultura intenta poner barreras y dominarlas, sin embargo no logra contenerlas.

En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. (Freud, 1930/1986: 108).

Siguiendo estos planteos siempre ocurrirán hechos de violencia, el ámbito escolar no está exento de esta, pero ahora se abre el interrogante acerca de la gravedad de los mismos. ¿Qué ocurre en la actualidad que hace que estos actos sean cada vez más violentos? ¿Cómo se estructura esta dinámica particular de violencia?

En la dinámica del acoso escolar o bullying se encuentran presentes tres factores: el acosador, el acosado y el escenario institucional escolar con ciertas particularidades que permiten que ocurra el acoso. El acosador maltrata y hostiga al otro, lo ubica en la categoría de objeto y no lo puede considerar como sujeto. En la película Cony objetiviza a Oskar; cada acción que este último realiza es motivo para violentarse contra él, no puede existir, intenta aniquilarlo. Asimismo el acosador actúa bajo la complicidad de dos compañeros quienes no solo no lo cuestionan sino que le obedecen ciegamente. Si bien en el film no se detiene en mostrar al resto de la clase se podría decir que esta permanece indiferente frente a la situación de acoso. Lo cual permite que el dolor del acosado persista en el tiempo porque no sabe cómo ponerle fin a esta dinámica. Por último el tercer factor del acoso escolar: el escenario institucional. Los actos de violencia física perpetrados contra Oskar ocurren en soledad, ya sea en el baño del colegio o a la salida del mismo, es decir cuando no hay un adulto presente. Sin embargo el fenómeno del acoso incluye múltiples conductas y actitudes que podrían ser observadas por los maestros y los padres de los niños involucrados. ¿Dónde se ubican los adultos, los mayores en esta dinámica perversa?

En la película ocupan el lugar de observadores, en la escena en que Oskar por primera y única vez devuelve el golpe, el maestro Avila mira lo que sucede desde lejos sin involucrarse. Si bien parecería que avalara que Oskar se defienda no toma una posición y en este punto es cuando se señala que la escuela permite que el acoso ocurra, justamente porque no actúa para evitarlo.

Se retoma el interrogante anteriormente planteado acerca de la gravedad de estos hechos en la actualidad. ¿Qué ocurre ahora? La falta de una terceridad, que debería provenir de los adultos, específicamente en el ámbito escolar de los maestros y los profesores. Como se explicó con anterioridad el deseo de dominar al otro y de disfrutar de su dolor, es inherente al ser humano. Sin embargo que estas escenas se presenten con más gravedad en la escuela da cuenta de un fenómeno social en el que no hay lugar a la mediación. Kiel explica que:

Lacan nos aporta una perspectiva –en un sentido superadora de la concepción entre cultura y pulsión freudiana– con su teoría del lazo social. No habrá lazo social limpio de goce sino diversos aparatos discursivos de regulación, sesgos por los cuales el goce hace lazo. (Kiel, 2012: 53).

La autora plantea si es posible dejar de fomentar “las cazas de acosadores” como así también de reafirmar “las posiciones de víctimas” para preguntarnos acerca de las condiciones en las que esto puede ocurrir. En este punto se toma la definición de Ulloa respecto a la encerrona trágica la cual se propone como un factor etiopatogénico de la psicopatología social. Desde esta perspectiva la define como: “estructurada en dos lugares: dominado y dominador. No hay un tercero a quien apelar, alguien que represente una ley que garantice la prevalencia del trato justo sobre el imperio de la brutalidad del más fuerte.” (Ulloa, 1995: 187). El acoso escolar o bullying constituye una encerrona trágica, ya que es una situación en la que alguien, yendo a su escuela a estudiar, depende de alguien que lo maltrata, negándolo como sujeto.

Oskar en la noche baja de su departamento y le da puntazos a un árbol diciendo las mismas palabras que en la mañana le dicen quienes lo hostigan. De este modo intenta elaborar lo que le sucede, Freud aclara que “En un momento determinado, todos llegamos a abandonar, como ilusiones, cuantas esperanzas juveniles habíamos puesto en el prójimo; todos sufrimos la experiencia de comprobar cómo la maldad de éste nos amarga y dificulta la vida.” (Freud, 1930/1986: 112).

Mientras Oskar intenta tramitar lo que le sucede aparece Eli, quien en un primer momento le indica que no pueden ser amigos, sin embargo el vínculo entre ellos se hace más fuerte. Oskar confía en ella y es a la única persona que le cuenta lo que le sucede.

Eli: ¿qué te ha ocurrido ahí? (señalando la herida que tiene Oskar en su mejilla).
Oskar: Unos chicos de mi clase… ¿tú a que colegio vas?
Eli: Oskar oye devuelve el golpe, nunca se lo has devuelto ¿no es verdad? Pues hazlo devuélveselo con fuerza.
Oskar: Pero es que ellos son tres.
Eli: Golpéales con más fuerza aún, golpéales con todas tus fuerzas y te dejaran en paz.
Oskar: Ya… pero y si…
Eli: Pues yo te ayudaré, puedo hacerlo.

Para encontrar una salida a la dinámica del acoso escolar, se debe prestar especial atención a las condiciones que propicia el escenario escolar. Desde la perspectiva institucional escolar, el lugar de terceridad debería ser ocupado por los adultos: maestros o profesores. Claro que este lugar conlleva la construcción de un vínculo en el cual se sostenga al adulto como autoridad y se le deposite su confianza. Oskar no confía en ningún adulto ni compañero de escuela por lo tanto no hace más que soportar su dolor, literalmente, en silencio hasta que confía en Eli.

Debo irme y vivir, o quedarme y morir

La presencia de Eli en la vida de Oskar logra cambiar la dinámica del acoso escolar inicialmente instalada, es porque él construye un vínculo con ella que puede devolver el golpe. En este sentido se propone reflexionar acerca de la función que ejerce la amistad en tanto posibilita un cambio de posición subjetiva. Cabe aclarar que en la película el vínculo entre Oskar y Eli comienza con una amistad y luego se convierte en una relación de amor erótico, él le propone “ir en serio” y “que sea la novia” a pesar de que ella le aclara que no es una chica [2] .

El vínculo entre ambos es un refugio, en el cual Oskar descansa de los maltratos y los ataques que le ocurren en la escuela y Eli de su propia existencia. A pesar de tener la misma edad poseen muchas diferencias. Ella se alimenta de sangre, no puede exponerse a la luz del sol y hace mucho tiempo que tiene 12 años: es un vampiro. Como tal no puede ingresar a la casa de Oskar sin que este se lo permita.

“No puede ir donde quiera; aunque no pertenezca a la naturaleza, tiene que obedecer algunas de sus leyes... no sabemos muy bien por qué. No puede entrar en ningún sitio en principio, a menos que alguien de dentro le invite a pasar; aunque después puede volver cuando quiera.” (Stoker, 2004: 132).

Esta ley es la que da al nombre al film y a la novela homónima en la cual se basa, Oskar debe cumplirla aún cuando no entiende por qué. En una escena Eli pide permiso para entrar y él le contesta con evasivas, le hace una seña con su mano pero no dice con palabras que le permite entrar. Entonces del cuerpo de ella comienza a brotar sangre por doquier y empieza a palidecer hasta que él dice “Sí, puedes entrar” y la abraza.

Déjame entrar es la frase que condensa la “entrada para la salida”, retomando a Ulloa quien plantea que la narración de la tragedia propone una salida a la encerrona. La necesidad de los vampiros de obtener el permiso para ingresar a una casa, en otras obras literarias o fílmicas, se ha presentado como aquello que permite que los seres humanos nos protejamos de estos “monstruos”. Sin embargo en la escena citada se ubica a Oskar como un sujeto responsable de sus acciones que debe decidir a quién deja entrar, lo interpela en su singularidad. Esta escena alude a lo que Ulloa plantea, en el marco de una intervención psicoanalítica, como la composición de una narración que aluda a lo que acontece en esa comunidad institucional pero sin señalar a una persona en particular.

Una suerte de interpretación puesta a disposición del que la desee, que con frecuencia habrá de promover el surgimiento del escándalo, clínicamente útil cuando dispara reacciones inesperadas, protagonizadas por “aquel a quien le quepa el sayo…”. (…) Si bien el psicoanalista, en esa ocasión conduce clínicamente una situación colectiva, su eficacia habrá de operar en la singularidad de cada sujeto contextuado institucionalmente. (Ulloa, 1995: 195-196).

Sin embargo en la película la terceridad no se hace presente y el final, como se explicó anteriormente, se presenta trágico. En este caso los acosadores de Oskar intentan ahogarlo y Eli los asesina.

Freud plantea que el ocultamiento de la relevancia tanto de la sexualidad como de la agresión en la vida de los jóvenes, es un reclamo que debe hacerse a la educación. Para demostrar el error en el que se cae utiliza la metáfora de mandar a miembros de una expedición al polo con ropas de verano. Aclara que la educación debiera advertir:

“Así deberían ser los seres humanos para devenir dichosos y hacer dichosos a los demás; pero hay que tener en cuenta que no son así.” En lugar de hacer creer a los jóvenes que todos los demás cumplen los preceptos éticos, vale decir, son virtuosos. En esto se funda la exigencia de que ellos lo sean también. (Freud, 1930/1986: 130).

Palabras finales

La película nos muestra el amor entre los dos jóvenes protagonistas es un refugio que los hace sentir felices pero también es fuente de displacer e insatisfacción. Respecto al acoso escolar que sufría constantemente Oskar, el vínculo con Eli, lo salva de este padecimiento y literalmente del ataque brutal al que es sometido hacia el final de la película. El personaje de Eli, quien como vampiro debe asesinar para poder sobrevivir ya que se alimenta de sangre es el que muestra claramente la encrucijada de la que nos habla Freud. El sujeto siempre está en tensión por las barreras que le impone la cultura y si bien se propone técnicas para contrarrestar el malestar, este siempre estará presente. En Eli la tensión está al máximo ya que si no asesina no vive, sin embargo Oskar no siendo vampiro también debe sobrevivir o quedarse y morir.

Retomando el foco en la situación de acoso y hostigamiento se trata entonces de conmover las condiciones en las que se despliega la agresión, de apostar al lazo social, a la regulación de ese goce. Déjame entrar retrata a los adultos en un segundo plano, sin autoridad alguna y hasta los muestra fuera de campo hablando detrás sobre lo que sucede a la vista de todos los espectadores. En este punto Ulloa respecto a la intervención psicoanalítica relata que:

En la medida que se visualice la ética no como una especulación, sino como una práctica que, entre otras cosas apunta a la producción social de sujetos éticos (…). Así entendida, la ética como la vocación, resulta una manera de vivir que no se enseña: se produce. (Ulloa, 1995: 202-203).

Lejos de haber obtenido respuestas a los interrogantes planteados se trata de leer el fenómeno acoso escolar desde una posición ética. El final del film muestra la tragedia que se desencadena cuando no hay terceridad, cuando no hay mediación o regulación que intervenga en el abuso entre iguales, aún cuando logran irse y vivir.

Referencias

Freud, S. [1930]. (1986). El malestar en la cultura. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. XXI, pp. 57-140). Buenos Aires: Amorrortu.

Kiel, L. (2012). ¿Qué hay de escolar en el acoso?. Imago, 161, 50-53.

Olweus, D. (1998). Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Madrid: Ediciones Morat.

Stoker, B. (2004). Drácula. Madrid: Anaya.

Ulloa, F. (1995). “La tragedia y las instituciones.” En Novela Clínica Psicoanalítica. Historial de una práctica. Buenos Aires: Paidós.



NOTAS

[1El título inicial del artículo sería La infelicidad en la cultura.

[2En la película Eli le dice a Oskar que no es una niña en dos ocasiones, asimismo él la espía mientras ella se está vistiendo y se muestra una cicatriz en sus genitales. La sexualidad/genitalidad de Eli no queda definida en el film, sí en la novela ya que se relata que es un niño que fue castrado.