Final y después: el tiempo lógico El título de esta publicación “El final y después. Duelos y melancolías” introduce una perspectiva de la dimensión del tiempo con el adjetivo “final” y el adverbio “después”. En Historia de la eternidad Borges nos advierte lo problemático que resulta intentar definir qué es el tiempo en tanto no se puede reducir a la mera contabilidad de horas, días, años, etc.: “El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza” (Borges, 1936 [2019], p. 13). Se podría suponer que el adverbio “después” nos compromete en una idea de lo sucesivo, de aquello que termina pero que sin embargo continúa. No es un final y punto sin posibilidad de volver a comenzar pero de acuerdo a cómo se transite ese final el después será de una u otra manera. Con la conjunción “y” el después arrastra la marca del final, es decir, para poder instituir un después solo es posible recuperando algo del final. Esto ya supone una consideración de un duelo, de un tiempo para comprender necesario entre lo que finaliza y comienza. Dicho de otra forma: es volviendo sobre las marcas del final que el después se construye. En esta línea de lectura algo se extrae: la direccionalidad del tiempo se desdibuja y el recordar implica volver sobre un tiempo pasado permitiendo una re-escritura de lo acontecido. Continúo con Borges como interlocutor cuya concepción del tiempo incluye una circularidad que hace añicos la idea de lo sucesivo y una dirección única, sus comentarios ponen en cuestión esta linealidad para introducirnos en su misterio: Una de esas oscuridades, no la más ardua pero no la menos hermosa, es la que nos impide precisar la dirección del tiempo. Que fluye del pasado hacia el porvenir es la creencia común, pero no es más ilógica la contraria, la fijada en verso español por Miguel de Unamuno: Nocturno el río de las horas fluye El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada (Lacan, 1945 [2014]) es un escrito del psicoanalista francés que presenta de manera novedosa una dimensión del tiempo. Desde el título podemos advertirlo: el tiempo lógico se opondría en primera instancia a un tiempo cronológico y propone un entramado de consideraciones dialécticas sobre tres momentos distintos: el instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir, cada uno se presenta con una conjugación singular (instante, tiempo, momento). Estamos acostumbrados a un Lacan interesado en interpretar la época que le tocaba transitar y este escrito no es una excepción, lo dice así: “Pero, por poco que nuestro sofisma no deje de responder a alguna actualidad de nuestro tiempo” (p. 195). Aunque resulte obvio su época no es la nuestra, entonces es importante hacernos la pregunta acerca de la pertinencia de un escrito que podría considerarse pasado de tiempo y si podemos servirnos de él para localizar aspectos esenciales de nuestra época junto a “El final y después. Duelos y melancolías”. Comento brevemente el argumento que Lacan presenta. El director de una cárcel les ofrece a tres prisioneros la libertad como recompensa a quien primero pueda resolver lo siguiente: hay cinco discos, tres blancos y dos negros, uno de ellos será colocado a cada prisionero sin posibilidad de que puedan saber cuál es, no pueden decirse entre ellos el color del disco y tampoco hay medio donde puedan verlo reflejado. Se les dará todo el tiempo que necesiten para decir qué disco portan con la condición de hacerlo con fundamentos lógicos. Destaco la importancia de todo el tiempo necesario. No explicaré aquí el análisis de Lacan y la solución del sofisma, para ello es menester remitirse al escrito completo. Para llegar a un juicio sobre el color del disco es necesario pasar por las instancias mencionadas anteriormente: el instante de ver, seguido de un tiempo para comprender y un momento de concluir. Esto implica que ese momento final no se obtiene de un solo golpe, es necesario el trayecto. El instante de ver es el instante de la mirada, es un tiempo instantáneo en el que un sujeto puede localizar las coordenadas del problema en cuestión y se formula un enunciado acerca de éste que solo “se cristaliza en hipótesis auténtica” (Lacan, 1945 [2014], p. 200) en el tiempo siguiente. Para comprender (segundo momento) hace falta tiempo y el sujeto puede hacerse de todo el tiempo necesario, es un tiempo de meditación que va a “apuntar a la incógnita real del problema” (p. 200). Esta segunda instancia finaliza en “el momento de concluir el tiempo para comprender” (p. 201) y el sujeto llega a un juicio sobre el color de su disco y se precipita a decir qué color lleva en sus espaldas en un acto sin garantías, en tanto resta que el director de la cárcel lo confirme. El título del escrito hace referencia a este acto: llegar a un aserto de certidumbre anticipada implica concluir sin garantías, necesario en algún momento para que “todo el tiempo” del que se dispuso tenga sentido: “Finalmente, el juicio asertivo se manifiesta aquí por un acto” (p. 203). Me detengo aquí y traigo nuevamente la pregunta que lo motiva ¿nos podemos servir de este escrito para localizar aspectos esenciales de nuestra época? Respondo que sí en tanto la nuestra está marcada por una incesante prisa y vertiginosidad, el tiempo parece agotarse, “no hay tiempo” es el sintagma que se nos ofrece desde ciertos discursos que imponen resolver y actuar sin tiempo. El discurso amo “no desea saber nada en absoluto, lo que desea un verdadero amo es que la cosa marche” (Lacan, 1969-1970 [2013], p. 22). Para establecer un después es necesario primero localizar un final, permitirse un instante de ver y un tiempo para comprender ese final. El “después”, que podemos homologar al momento de concluir, solo vendrá como resultado de un movimiento que incorpore estas dos instancias anteriores. El final y el después corresponden a dos momentos distintos entre los cuales un sujeto tiene que insertar una pausa para no quedar atorados en el sentido común de la dirección del tiempo lineal que Borges nos advierte y el discurso corriente consiente. Aprehender un final incorporando el instante de ver y el tiempo para comprender es la propuesta ética que el psicoanálisis introduce dando lugar a un duelo, en el que alguien pueda preguntarse sobre ese final. En cambio, si lo importante solo es el después, el riesgo es la melancolía (no como categoría clínica) sino como fenómeno de no saber qué fue de ese final, qué se perdió, qué concluyó. En el curso Un esfuerzo de poesía (Miller, 2016, p. 157) dice que “no ser partidarios del presente eterno es también renunciar a la nostalgia”, resulta necesario escandir un final para que la nostalgia no sea el afecto que se imponga. El discurso de la ciencia ofrece diversos gadgets que imposibilitan hacer del final un momento conclusivo. Dicho de otro modo: si un objeto del mercado viene a obturar lo real de una pérdida, la nostalgia, depresión y melancolía aparecen como afectos dominantes, atravesar lo que es del orden de la angustia hace posible un nuevo comienzo. En Duelo y melancolía (Freud, 1917 [2013]) define el duelo como “la reacción frente a la pérdida de una persona amada (...) El objeto tal vez no está realmente muerto, pero se perdió como objeto de amor”, no es un estado patológico y por lo tanto no requiere de tratamiento, no hay curarlo: un “trabajo de duelo” se “ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo” (pp. 241-243) y “necesita tiempo para ejecutar detalle por detalle la orden que dimana del examen de realidad; y cumplido ese trabajo, el yo ha liberado su libido del objeto perdido” (p. 250). Podemos advertir la importancia que Freud otorga al tiempo necesario para que un duelo se transite, no hay una medida, no se puede determinar el tiempo de trabajo de duelo que le llevará a cada quien en términos de cifras. Además, la propuesta “duelos y melancolías” incorpora el plural, dimensión ética a considerar para dar lugar a la singularidad y no hacer del duelo un “para todos igual” que conduce con mucha facilidad a la patologización. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos: entre poesía y ciencia Dirigida por Michael Gondry y con el guión de Charlie Kaufman se estrena en Argentina en el año 2004 con el título original “Eternal sunshine of spotless mind” y la traducción en Hispanoamérica “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”. El argumento de la película está tomado de un verso de Alexander Pope (1717), de su obra Eloísa a Abelardo. Existen numerosas traducciones de esta obra en la que el poeta en una epístola en verso retrata aquella historia de amor. Mary (Kirsten Dunst) es quien lo reproduce: “¿cuán feliz es la suerte de la inocente vestal? Al mundo olvida y el mundo la olvidó. Eterno resplandor de la mente sin recuerdos. Acepta todas las plegarias y renuncia a todos los deseos.” La otra referencia que encontramos y que también forma parte del argumento es un aforismo de Nietzsche que entiendo se encuentra en Más allá del bien y del mal. Preludio de una filosofía del futuro, obra que sale a la luz en el año 1886 [2015]. Nuevamente es Mary de quien la escuchamos: “Benditos son los olvidadizos: les ganan la batalla hasta a sus errores”. Tanto el verso como el aforismo abordan la memoria y el olvido. La película nos presenta una historia de amor entre Joel (Jim Carrey) y Clementine (Kate Winslet), sus encuentros y desencuentros. Comienza con la escena en la que Joel está próximo a tomar el tren que lo lleva a su trabajo y de repente una necesidad, un impulso lo hace correr hacia el tren que va a Montauk. Allí se encontrará con Clementine y entonces el director nos hace creer que es el comienzo de la relación. Sin embargo, conforme avanzan las escenas descubrimos que si no se reconocen o no se recuerdan es porque ambos se han sometido a un proceso que les borra los recuerdos, uno a otro se han olvidado con el auxilio de la ciencia luego de haber tomado la decisión de cortar el vínculo que los une. Es Clementine quien primero acude a la clínica “Lacuna Inc.” dirigida por el Dr. Howard (Tom Wilkinson) y mediante una intervención que opera sobre el cerebro, sobre el órgano, Clementine no recordará finalizado este proceso quién es Joel y se despertará como si esa relación nunca hubiera sucedido. Cuando Joel descubre que Clementine lo ha borrado de su vida decide seguir por el mismo camino. Pide una cita con el Dr. Howard y le demanda que inmediatamente comience con el procedimiento para no recordar a Clementine y soportar el dolor que aquella ruptura le ocasiona. El procedimiento para Joel, para Clementine y para cualquiera que llegue a esa clínica es el mismo, no hay diferencia, no se interroga por qué se quiere olvidar, qué se demanda, se aplica un protocolo siendo para todos el mismo. En palabras del Dr. Howard: “Así, cuando despierte por la mañana, se hallará en su propia cama como si no hubiera pasado nada. Lo esperará una vida nueva.” En Intervenciones y textos 1 (Lacan, 1966 [2014]), encontramos una ponencia de Lacan en el Colegio de Medicina en la Salpêtrière en una mesa redonda que llevaba por título: Psicoanálisis y medicina. Lacan interroga cuál es el lugar que tiene el psicoanálisis en la medicina y hará una fuerte crítica a la función del médico señalando el grado de “aceleración” de la ciencia “en la vida común” (p. 87): el desamor ¿no forma parte de la vida común? También dará algunas referencias sobre el vínculo entre medicina y ciencia: “la medicina entró en su fase científica en tanto surgió un mundo que, en lo sucesivo, exige los condicionamientos necesarios en la vida de todos en la medida que la presencia de la ciencia incluye a todos en sus efectos” (Lacan, 1966 [2014], p. 88). Jacques- Alain Miller (2016) en su curso citado en el apartado anterior también señala cómo la medicina es cada vez más científica y propone al psicoanálisis “como un refugio contra el discurso de la ciencia que invade las diferentes actividades humanas” (p. 21). Ambos autores coinciden en la intromisión de la ciencia y un discurso de la ciencia en la vida cotidiana, en lo corriente. El amor y el desamor es incorporado a un mercado que se ofrece como posible para que el primero suceda y el segundo no aparezca. En cambio “el psicoanálisis tomó a su cargo el residuo no científico, no cientifizable, de la medicina” (p. 21). Es en esta dirección donde es posible interrogar la función del médico absorbida por el discurso científico: “¿Dónde está el límite en que el médico debe actuar y a qué debe responder? A algo que se llama la demanda” (Lacan, 1966 [2014], p. 90). En esta cita se dibuja una función posible para el médico que introduce una dimensión ética, la posibilidad de cuestionar cómo “el poder de la ciencia brinda a todos la posibilidad de ir a pedirle al médico su cuota de beneficios con un objetivo preciso inmediato”. Pero ¿qué es la demanda? Acostumbrados a un Lacan con su rasgo de hermetismo en varios de sus conceptos encontramos en esta ponencia una definición simple que permitirá seguir el desarrollo, dice así: no es necesario ser psicoanalista, ni siquiera médico, para saber que cuando cualquiera, nuestro mejor amigo, sea hombre o mujer, nos pide algo, esto no es para nada idéntico, e incluso a veces es diametralmente opuesto, a aquello que desea. (Lacan, 1966 [2014], p. 91) Con la ayuda de estas referencias resulta un poco más claro el modo de intervenir del Dr. Howard quien no interroga el beneficio inmediato que se le demanda, apoyado en sus aparatos tecnológicos interviene sin considerar lo diametralmente opuesto que pueda haber en juego en ese pedido. Es por esto que el procedimiento fracasa y Joel podrá escabullirse en recuerdos que no ingresaron en el protocolo de bienvenida, y además queda en evidencia que no deseaba deshacerse de los recuerdos con Clementine, aunque lo haya pedido. Es lo que se sitúa más allá de la demanda lo que no ingresa en el campo científico, es lo no cientifizable y por lo tanto no escuchado en el pedido. No se le ofrece a Joel y a Clementine un dispositivo que dé lugar a la palabra, a la posibilidad de reescribir la historia, a la instalación de un instante de ver y un tiempo para comprender ese final, por lo que el final no será tal y los personajes se reencuentran. El sujeto que la ciencia desecha, aquel que no ingresa en las cifras, en los números, en la estadística, es el sujeto que el psicoanálisis aloja en la singularidad. “Final-después” es una oferta del Dr. Howard sin escansiones entre un momento y el otro. Esto va de la mano con un discurso de actualidad que presenta “su impaciencia por eliminar todo lo que pueda obstaculizar el retorno de la tensión a su nivel más bajo” (Miller, 2016, pp. 46-47), es decir, un ideal de cierta homeostasis que haga desaparecer aquello que perturba este estado junto a la idea de felicidad que hay que perseguir y conseguir a como de lugar. El hombre moderno “piensa dominar el tiempo, es decir, que no cree que exista lo irreparable. Cuando hay trauma, se precipita a borrarlo, reabsorberlo” (p. 156). En la película podemos ubicar el trauma como el punto de ruptura del vínculo amoroso y que ambos deciden borrar en tanto altera el estado de bienestar buscando un feliz mañana. La última moda, la de ahora, es antagónica a la elaboración de duelo. De esta forma ofrece a Joel y a Clementine la posibilidad de un retorno a un statu quo ante, a un estado anterior sin marcas de lo acontecido suprimiendo lo que es del orden de la angustia: “Es un objetivo muy importante saber si la angustia va a desaparecer de la experiencia del hombre del siglo XXI o si seguirá siendo una experiencia humana” (Miller, 2016, p. 268). ¿Qué sería ser humano sin recuerdos y angustia? Estaríamos próximos a una máquina. Se puede ubicar cómo el cerebro es el objeto de estudio por excelencia en la actualidad, “el prefijo amo es neuro-” (Miller, 2015, p. 141). Este autor propone también considerar que el cognitivismo se sostiene de la creencia fundamental de que el ser humano es una máquina que procesa información: “recibe información, input, para luego procesarla y escupirla” (Miller, 2015, pp.141-142). “Lacuna Inc.” y el Dr. Howard lo confirma, el recuerdo es tratado como información que hay que borrar, que eliminar como si fuera un dato de una computadora que se coloca en la papelera y ya no existe más. Pero es posible hacer una distinción desde el psicoanálisis entre el funcionamiento del órgano (cerebro) y la actividad psíquica. El creador del psicoanálisis, pese a ser neurólogo, no dirigió sus estudios sobre el prefijo neuro, sino que avanzó en el estudio de la realidad psíquica: De lo que llamamos nuestra psique (vida psíquica), nos son consabidos dos términos: en primer lugar, el órgano corporal y escenario de ella, el encéfalo (sistema nervioso) y, por otra parte, nuestros actos de conciencia, que son dados inmediatamente y que ninguna descripción nos podría transmitir (...) Suponemos que la vida anímica es la función de un aparato al que atribuimos ser extenso en el espacio y estar compuesto por varias piezas; nos lo representamos, pues, semejante a un telescopio, un microscopio, o algo así. (Freud, 1940 [2013], p. 143) Podemos deducir de esta cita que el funcionamiento del sistema nervioso y su localización no es suficiente para la comprensión de la vida psíquica, por más que exista un conocimiento de la funcionalidad del cerebro no da un entendimiento de la vida anímica: “Esto es obra de la función del lenguaje” (Freud, 1940 [2013]), p. 160). Regreso a la película. Joel y Clementine se precipitan en una suerte de pasaje al acto a borrarse los recuerdos y la vida compartida, un fuerte rechazo al saber comanda la vida de estos personajes en un movimiento que va en la dirección opuesta a una pregunta que los interrogue. Si propongo un análisis que cuestiona la clínica “Lacuna Inc.” del Dr. Howard, también es importante precisar cómo Clementine y Joel deciden no querer saber sobre su elección de amor, el desencuentro, lo imposible y sus avatares. Sin embargo, cuando Clementine va desapareciendo de los recuerdos de Joel, éste decide conservarlos y el director nos muestra hermosas secuencias de él y ella intentando encontrar refugio en palabras y otros recuerdos. Estas escenas muestran la angustia de Joel de no poder despertar y detener el proceso, y nos advierten de los efectos irreversibles que la ciencia puede producir sobre un cuerpo. Finalmente cuando parecía que todos los recuerdos han sido borrados y Joel despierta con un feliz mañana como se le había garantizado, el director nos lleva a la escena primera y descubrimos que el impulso que precipita a Joel en esa otra dirección es el resto de una palabra de Clementine que no pudo ser eliminada (lo no cientifizable). La historia tendrá un nuevo comienzo y gracias a Mary (quien decidió olvidar al Dr. Howard) descubren ese extraño procedimiento al que se sometieron, y así la historia entre Joel y Clementine tendrá un nuevo comienzo. Por último, si el Dr. Howard propone un feliz mañana es sobre el supuesto de que el objeto de amor puede ser cualquiera, desestimando que las condiciones de amor se inscriben en un punto muy preciso “en el lugar exacto donde no hay relación sexual” (Miller, 2015, p. 25). Esto puede explicar el fracaso entre Patrick (Elijah Wood) y Clementine. Sábato: la máquina y los engranajes En el ensayo Hombres y engranajes (Sábato, 1951 [2003]) introduce algunas ideas acerca de la relación del ser humano con la máquina y sus efectos. Son varias las aristas que el autor propone para pensar esta relación con diversos momentos históricos. Las reflexiones que tomaré para este último apartado son dos: el cuestionamiento que hace de la idea de progreso; y lo que señala en la introducción a este ensayo como “la deshumanización de la humanidad” (p. 17). Este ensayo aparece pocos años después finalizada la segunda guerra mundial por lo que este evento tiene impacto sobre la idea de progreso que cuestiona. También nos presenta al ser humano de esa época (podemos suscribir a esta idea hoy) en un punto de soledad que la máquina no logra eliminar, hay una soledad intrínseca a la condición humana que es irreductible: “aunque la soledad del hombre es perenne (…) la soledad de la criatura humana se tenía que revelar con toda su aterradora figura en este crepúsculo de la civilización maquinista” (Sábato, 1951 [2003]), p. 19). La propuesto sobre aquello que deshumaniza está fundada en la introducción de la cantidad, la cifra y lo medible en la experiencia humana. Todo necesita medirse, si “el tiempo es oro, es natural que se lo mida, y que se lo mida minuciosamente” (Sábato, 1951 [2003], p. 30). Esta cita que tiene más de un decalustro introduce una perspectiva del tiempo que no se tiene que perder y el malestar que ocasiona frente a la necesidad de estar haciendo algo (actualidad), contrariamente a lo que nos propone el escritor uruguayo Levrero (2022): “Lo imprescindible, no ya para escribir sino para estar realmente vivo, es el tiempo de ocio. Mediante el ocio es posible armonizarse con el propio espíritu, o al menos prestarle algo de la atención que merece”. Para Sábato (1951, [2003], p. 33) el conocimiento técnico releva las “preocupaciones metafísicas” y por lo tanto la angustia como condición de la humanidad. Este es uno de los puntos que lo lleva a cuestionar la idea de progreso y la idea del ser humano como máquina: Si el mundo matematizable fuera el único verdadero, no solo sería ilusorio un castillo soñado, con sus damas y juglares: también lo serían los paisajes de la vigilia, la belleza de un lied de Schubert, el amor. O por lo menos sería ilusorio lo que en ellos nos emociona. (p. 53) A lo medible el autor le agrega también la velocidad y en su crítica de la civilización máquina cobra importancia la masa por sobre la singularidad, haciendo un contrapunto entre la humanidad y la masa definiendo a ésta última como “ese conjunto de seres que han dejado de ser criaturas humanas para convertirse o para ser convertidos en objetos numerados, fabricados en serie” (Sabato, 1951 [2003], p. 107). Esto trae como corolario una íntima reflexión del autor “esta es la primera vez en que el hombre se ha hecho completamente problemático, ya que además de no saber lo que es, también sabe que no sabe” (p. 126). La humanidad queda subordinada a la máquina, confundiéndose la una con la otra. Esto no supone estar en desacuerdo con la ciencia y sus avances sino poner en discusión el discurso que se ofrece como garante de una verdad incuestionable y las consecuencias de ello, y qué lugar se la da a quien queda por fuera de este discurso. Por eso para el escritor argentino es imperioso “recuperar aquel sentido de la técnica y la ciencia, fijar sus límites, concluir con su religión. Pero sería necio prescindir de ella en nombre del ser humano, porque al fin de cuentas son también producto de su espíritu” (Sabato, 1951 [2003], p. 133). Para concluir en “La máquina de ser feliz” Charly García (2017) nos regala unos versos que bien podrían haber sido escritos por Sábato: Pedimos perdón Bibliografía Borges, J. (1936 [2019]). Historia de la eternidad. Sudamericana. Freud, S. (1917 [2013]). Duelo y melancolía. En Obras Completas. Tomo XIV. Freud, S. (1940 [2013]). Esquema del psicoanálisis. En Obras Completas. Tomo XXIII. Amorrortu. García, C. (2017). La máquina de ser feliz [Canción]. En Random, Sony Music Entertainment Argentina S.A. Gondry, M. (Director). (2004). Eternal sunshine of spotless mind. [Película]. Anonymous Content. This Is That Productions. Lacan, J. (1945 [2014]). El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. En Escritos 1. Siglo veintiuno editores. Lacan, J. (1966 [2014]). Psicoanálisis y medicina. En Intervenciones y textos 1. Manantial. Lacan, J. (1969-1970). El reverso del psicoanálisis en El Seminario de Jacques Lacan. Libro 17. Paidós. Levrero, M. (24 de agosto, 2022). Entrevista imaginaria a Mario Levrero. Blog Escritores. https://www.casadeletras.ar/2022/08/24/entrevista-imaginaria/ Miller, J-A. (2002-2003). Un esfuerzo de poesía. En Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller. Paidós. Miller, J-A. (2007-2008). Todo el mundo es loco. En Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller. Paidós. Nietzsche, F. (1886 [2015]). Más allá del bien y del mal. Preludio de una filosofía del futuro. Ediciones Lea. Sábato, E. (1951). Hombres y engranajes. Seix Barrial. Pope, A. (1717). Eloísa a Abelardo. https://www.lacoladerata.co/cultura/versos/eloisa-a-abelardo/
desde su manantial que es el mañana
eterno… (Borges, 1936 [2019], p.14)
Corriendo, enmascarando el fin
Por eso te busqué, por eso diseñé
La máquina de ser feliz
Plateada y lunar
Remotamente digital
No tiene que hacer bien, no tiene que hacer mal
Es inocencia artificial
Prende y se apaga sola
Sale después de hora
Hay tanta gente sola
Hoy tanta gente llora
Con forma de un pez
Nadando en mares de Ravel
No sé si la robé, no sé si la pedí
O simplemente estuvo ahí
Un día se me fue
Ese día yo volví a reír
Y la felicidad no existe en soledad
La máquina no puede dar
Prende y se apaga sola
Sale después de hora
La máquina de ser feliz
Hay tanta gente sola
Hoy tanta gente llora
Amorrortu.
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