1 Introducción En la última película de David Cronenberg intitulada Crímenes del futuro (2022), los seres humanos han reducido drásticamente el umbral del dolor. Ello comporta un constante flirteo con la muerte. La nueva moda es la radical customización del cuerpo. Cuando practican estos nuevos modos de cirugía estética, los seres humanos apenas sienten dolor, esa suerte de alarma corporal que nos previene de males mayores, que nos avisa de que algo va mal. Así pues, más o menos plácidamente, durante las performances, caminan por la cuerda floja bajo la atenta mirada del abismo de la muerte. Los humanos experimentan cada vez más con su cuerpo: la cirugía se convierte en todo un placer estético y sexual. El cuerpo humano es el gran campo de experimentación, no sólo su superficie (van mucho más allá de los tatuajes o los piercings o sucedáneos) sino también su interior. A raíz de estas performances, se crean numerosos órganos nuevos, muchos de ellos sin una función determinada, esto es, meramente estética. He ahí lo que llaman “belleza interior”. Los artistas performativos compiten en estos lares, en el nuevo arte de la transformación de los cuerpos. Hasta aquí nos moveríamos en un terreno meramente estético. Sin embargo, pronto va a entrar en juego la política. En primer lugar, porque, ante la aparición de estos nuevos órganos, las autoridades tratan de registrarlos de manera oficial, con una oficina de registro creada ex profeso. Y, en segundo lugar, porque ciertos agentes subversivos crean un nuevo aparato digestivo. Aquí ya no se trata sólo de un órgano sino de cierto sistema, es decir, de una nueva organización de varios órganos. Y, además, allende la estética, este nuevo sistema digestivo supone todo un acontecimiento político. La función del nuevo sistema digestivo sigue siendo la misma de siempre, la alimentación, pero estos nuevos humanos pueden digerir el plástico y otros materiales antes incomestibles. Además, logran conseguir que sus hijos hereden esta mutación. Estos nuevos humanos afirman vivir de una manera más acorde con la era tecnológica, ya que pueden alimentarse de los residuos artificiales que rebosan de los basureros y no necesitan, digamos, productos naturales. Su alimentación constituye un nuevo modo de reciclaje. Ya no serán necesarios siquiera los vertederos tecnológicos, ni los diferentes tipos de contenedores ni las empresas que se dedican a esos menesteres. 2. CsO y organismo En la película se plantea el problema, el antagonismo político entre el registro de los órganos y la constante desorganización de los cuerpos. Sin embargo, queda ahí, en suspenso, pues no se nos ofrecen las consecuencias del conflicto. En torno a los artistas, nos encontramos ante dos grupos diferenciados: a) por un lado, los transformadores estéticos, aquellos/as que buscan una nueva forma de belleza interior, quienes componen y combinan órganos, crean nuevos, destruyen viejos… pero que no suponen un cambio esencial en torno a las funciones básicas de los seres humanos tal cual las conocemos hoy, esto es, respiración, interacción con el medio, reproducción, [1] alimentación… Reiteramos que la película no ejecuta este problema, lo deja ahí en suspenso. Ignoramos si existirá una secuela o una saga al respecto, pero tiremos del hilo aquí. Para ello, tomaremos dos conceptos de la filosofía de Gilles Deleuze (junto con su compañero Félix Guattari), como son el Cuerpo-sin-Órganos (CsO) y el organismo. Por un lado, el CsO es un cuerpo, es decir, es una entidad física, material, viva, que no tiene nada de inmaterial, que nada tiene que ver con el alma o con otros ámbitos trascendentes; pero por otro lado, el CsO no tiene órganos, “sin-Órganos”, se nos dice. ¿Qué significa esto? En primer lugar, no quiere decir que carezca de organización, es decir, el cuerpo funciona, tiene potencia, energía, digamos que el cuerpo-sin-órganos puede tanto como el cuerpo con órganos. En segundo lugar, y aquí se halla la clave sobre la que insisten Deleuze y Guattari, este cuerpo se organiza, se va organizando, no viene ya organizado de antemano, no está predeterminado, no está a merced de un amo, no es súbdito de un sistema de organización que le es impuesto desde afuera. El CsO no delega su potencia, rechaza ser organizado por otros. Este concepto proviene de Artaud, quien exclamaba: “¡se ha robado mi cuerpo!” [2], trataba de evitar que Dios le robe la potencia (los órganos), por eso quiere hacerse un cuerpo sin órganos, para que Dios no pueda disponer de ellos. El CsO busca organizarse de un modo libre, de un modo en que nadie pueda robarle la potencia, en definitiva, la vida. Así que el CsO es un cuerpo que evita ser registrado, apresado, organizado por otro agente ajeno que menoscabe su potencial. Con este objetivo, el CsO siempre está organizándose, en organización, es un devenir, un constante proceso, jamás un producto cerrado, clausurado. El CsO es per se un agente subversivo, pues supone una amenaza contra todo sistema autoritario que impone ciertas organizaciones, ciertos modos de ser. El CsO nos dice: “no permitas que los tipos que se rigen por las reglas establecidas / como ese individuo en la celda de al lado / te impongan ninguna” [3]. En cambio, el antagonista del CsO, el organismo, supone un sujeto ya organizado, no abierto a los cambios. Siguiendo con el ejemplo de Artaud: cuando Dios le roba los órganos le convierte en organismo. El organismo ya no es un proceso abierto, en transformación, sino un producto cerrado, ya organizado. “El Cuerpo-sin-Órganos no es un elemento abstracto indeterminado (o trascendente) sino un agente real que se define por un órgano indeterminado, mientras que el organismo se define por órganos determinados” [4]. Para que estos organismos queden definitivamente sellados y no puedan cambiar, son registrados. Este registro, que Deleuze-Guattari llaman rostro, entraña la sumisión del organismo a cierta organización política. Así pues, si un CsO es registrado, rostrificado, torna organismo. El CsO, que puede cambiar, que se encuentra en transformación, es detenido por un sistema político que le obliga a mantenerse de cierta forma. De este modo, el CsO deja de ser un potencial agente subversivo para convertirse en un súbdito más. Apliquemos estos conceptos a nuestro problema, a los nuevos humanos que aparecen en la película de Cronenberg, que se alimentan de plásticos y otros residuos de la tecnología. ¿Podrían hacer tambalear el sistema capitalista tecnológico que impone ciertos modos de ser? ¿Podrían convertirse en agentes verdaderamente revolucionarios? Y más allá, estos nuevos cuerpos en configuración, que están cambiando drásticamente su organización no sólo de un modo estético sino también político, ¿podrán resistir?, ¿podrán evitar el registro? Si este nuevo sistema digestivo es rostrificado, si es registrado por el Poder (entiéndase Poder, con mayúscula, como cualquier suerte de Amo que se alimenta de la potencia de sus súbditos), nada cambiará. El nuevo ser humano vivirá en paz y armonía en el marco del futuro tecnológico ya presente. Será subsumido, sometido a la lógica del capital. Por ejemplo, podrá ser muy eficiente en torno al reciclaje y realizar diversas funciones que supondrían un gran ahorro tanto energético como económico al grueso de la población. Lo que hoy realizan cientos de empresas, lo que hoy supone un gran esfuerzo logístico, desde el consumidor hasta la fábrica, esto es, todo el entramado del reciclaje, lo llevarían a cabo de modo harto eficiente. Digamos que comerían gratis y a su vez ayudarían al planeta y a toda la humanidad. Ecología y economía de la mano, sin fricciones, he ahí el gran logro que tanto ansía el capitalismo actual. Por ello, pensamos que estos nuevos humanos serían muy bien recibidos por el sistema, ya que sus funciones se adaptan a la perfección al marco económico imperante. Incluso podría ser que los viejos seres humanos fueran asimilándose (de forma más o menos prescriptiva) al nuevo humano que puede comer plástico y recicla a la perfección. Entre otros, las tierras dejarían de ser cultivadas y los problemas de abastecimiento de agua potable quedarían relegados al olvido. En suma, gracias a estos nuevos humanos, el capitalismo se evitaría numerosos dolores de cabeza, eso sí, imponiendo ciertos modos de ser (organismos), manteniendo su Poder. 3. ¿Subversión? Ahora bien, ¿y si este nuevo sistema digestivo no fuese rostrificado? Aquí emerge con fuerza la revolución política. Sabemos que los nuevos humanos plasticóvoros pueden alimentarse de residuos materiales no orgánicos. En el marco socio-económico actual, para comer, lo usual es comprar alimentos. O comprar un terreno que cultivar para conseguir alimentos. En última instancia todo nos lleva al capital, un axioma básico del sistema. Esta línea causal determinista (por ejemplo: trabajar para conseguir dinero para comprar alimentos), imposición capitalista, podría quebrarse, pues, por ejemplo, los plasticóvoros no necesitarían dinero para alimentarse, luego tampoco tendrían la obligación de trabajar. Y el trabajo y el dinero, esto es, el trabajo para conseguir dinero, es uno de los pilares fundamentales del capitalismo. Esto sí resultaría verdaderamente peligroso para el sistema. Ciertos humanos no necesitarían trabajar y tener dinero para comer. Sin embargo, luchar contra este hándicap no resultaría muy difícil: el capitalismo podría aislar los residuos plásticos y sucedáneos y obligar a los plasticóvoros a pagar por ellos. De esta forma se les obligaría a trabajar igual que al resto, para que necesiten conseguir dinero con el que comprar alimentos. Por lo tanto, prima facie, parece difícil que estos nuevos humanos que han transformado su sistema digestivo, estos plasticóvoros, pudieran suponer un problema grave para la estabilidad del Poder. Su potencia revolucionaria queda, cuando menos, en entredicho. Los CsO plasticóvoros serían fácilmente convertidos en organismos registrados, absorbidos por el sistema, rostrificados. Busquemos otra alternativa. Sin embargo, en la película no aparece ningún otro posible CsO (diferente a los plasticóvoros). Como apuntábamos, las nuevas organizaciones y reorganizaciones de los cuerpos resultan más bien estéticas y apenas funcionales. Por tanto, hemos de ir a otro lugar para encontrar otros CsO, en cuanto cuerpos no organizados definitivamente. 4 Cabeza borradora Si “el rostro es una política”, [5] “deshacer el rostro también es otra política […] todo un devenir clandestino”, [6] “no hay rostros sino ‘cabezas buscadoras’”. [7] La película Eraserhead (1977) de David Lynch nos presenta un personaje que casa con el concepto CsO. Se trata de un recién nacido, una figura grotesca, anormal, casi indefinible, un pequeño monstruo. La extraña figura vuelve locos a sus progenitores, quienes tratan de cuidarlo, en vano. La madre no puede soportarlo y se marcha. El padre sigue intentándolo pero comienza a delirar. Ese recién nacido simboliza la emergencia de un nuevo cuerpo, diferente, un cuerpo que no se parece a nada, que no encaja con ninguna definición, un cuerpo no organizado de antemano, en una palabra, un CsO. “No sabemos lo que puede un cuerpo”, nos dijo Spinoza. Una cabeza buscadora, referían Deleuze y Guattari en la cita anterior. Pronto veremos también en qué sentido es cabeza borradora (título de la película). El cuerpo presenta una gran cabeza. Ésta se niega a limitarse dentro de una forma, rehúsa ser rostrificada. La cabeza busca, y no quiere dejar de buscar. Al buscar organizarse, borra cualquier organización tasada. El borrar supone rechazar a Dios, a un Poder que limite su potencial. El buscar conduce a organizarse, a continuar siendo CsO y evitar ser reducido a organismo. En suma, la cabeza deviene así antagonista del rostro. En su lectura de la filosofía de Gilles Deleuze, Anne Sauvagnargues nos trae una reflexión del pensador sobre la pintura de Francis Bacon: “hacer surgir la cabeza bajo el rostro, hacer pasar el cuerpo por ‘deformaciones’ que reencuentran ‘los rasgos animales de la cabeza’”. [8] La cabeza surge, irrumpe, quebrando el rostro. Bacon pintaba cabezas y no rostros […] Bacon desmontaba el rostro y lanzaba la cabeza desde los rasgos, recurriendo a la zona indeterminada que se abre entre lo humano y lo animal. Le interesaban más la carne y la piel del cuerpo que los huesos, que sólo le servían a modo de estructura espacial. [9] Al igual que Deleuze, David Lynch ha manifestado en numerosas ocasiones su admiración por la obra del pintor Francis Bacon. Entre otras, su película El hombre elefante recuerda a los numerosos retratos y autorretratos que pintó el dublinés. Mas regresemos a las cabezas. Observemos este otro impactante fotograma de Eraserhead: es la cabeza del recién nacido, del CsO, insertada en el cuerpo de su padre. Sus manos agarran el barrote, lo que nos conduce al marco semántico de la jaula. El CsO no se parece a nada, ni siquiera a su padre y/o a su madre. El CsO huye de toda definición. Etimológicamente, definir, significa introducir entre límites, entre fines, pero el CsO es indefinible, ingobernable. Él, el CsO, es quien se va conformando a sí mismo, no aceptando someterse a ninguna organización prescrita que le genere impotencia. ¿Qué hace la cabeza del CsO en el cuerpo de su padre? Aquí comprendemos el título de la película: borra todo registro. La cabeza borra toda relación con algo que le pueda generar impotencia en su organización. Al borrar, la cabeza del CsO deviene libre, sigue buscando, pues no se adapta a ningún marco previo, a ningún sistema que le permita ser de cierta manera. Al borrar, el CsO sigue siendo CsO y evita ser rostrificado, sigue buscando. El CsO es bifaz: borra y busca, busca y borra en todo momento. Busca activamente cómo organizarse y, a su vez, borra todo registro, rehúsa ser rostrificado. 5. Conclusiones Comenzábamos el presente escrito con una cita de la película Crímenes del futuro: “Creemos un mapa que nos guíe en el corazón de la oscuridad”. ¿Qué significa en relación con el CsO? Éste se halla en el corazón de la oscuridad, pues es algo extraño, que no ofrece luz, que no ilustra, que resulta incomprensible incluso hasta para sus progenitores que acaban negándole los cuidados básicos y aún más el cariño. Sin embargo, el mapa, ese mapa que nos ha de guiar comporta cierta organización. El CsO no es un ser ideal, metafísico, pero tampoco un ente amorfo, desorganizado, inútil. El CsO es un animal en proceso de organización, un animal que crea su propio mapa. ¿Para qué? Para evitar ser un organismo. El CsO jamás es normal, no puede serlo, no tiene por qué casar con ninguna norma. Aquí adviene la crítica implícita e intempestiva de Lynch contra Cronenberg: no hacía falta crear nuevos órganos o cambiar los existentes, eso es meramente superficial, estético, si se quiere. Lo verdaderamente revolucionario es transformar el sentido del cuerpo, un cuerpo que no se estructura sobre un esqueleto (metáfora de unas normas que lo sostienen y lo mantienen, que le imponen ser de cierto modo) sino que es carne que deviene, que cambia, que se transforma, que no habla, que gime. Carne que busca y a la vez borra cualquier clasificación previa, que no se amolda a ninguna etiqueta, a ninguna estructura. Finalmente, la pelota está en nuestro tejado: si sus padres no comprendieron a la extraña criatura, si hubieron de abandonarla, nosotros hemos de luchar por hacerlo, hemos de dejarle ser (mientras no constituya, obviamente, un Poder, pues entonces sería organismo), en una palabra, hemos de aceptar su radical alteridad. Referencias Bukowski, C. (2015). Lo más importante es saber atravesar el fuego. Madrid: Visor. Deleuze, G. (2017). Diferencia y repetición. Buenos Aires: Amorrortu. Deleuze, G. (2017). Derrames. Entre el capitalismo y la esquizofrenia. Buenos Aires: Cactus. Deleuze, G. (2008). Dos regímenes de locos. Valencia: Pre-textos. Deleuze, G. (2016). Francis Bacon. Lógica de la sensación. Madrid: Arena. Deleuze, G. (2005). La isla desierta y otros textos, Valencia: Pretextos, Deleuze, G. (2010). Lógica del Sentido. Barcelona: Paidós. Deleuze, G. (2008). Nietzsche y la filosofía. Barcelona: Anagrama. Deleuze, G. (2013). Pintura. El concepto de diagrama. Buenos Aires: Cactus. Deleuze, G. (2020). Spinoza: Filosofía práctica. Barcelona: Tusquets. Deleuze, G. y Guattari, F. (2004). El AntiEdipo. Barcelona: Paidós. Deleuze, G. y Guattari, F. (1997). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-textos. Deleuze, G. y Guattari, F. (2001). ¿Qué es la filosofía? Barcelona: Anagrama. Deleuze, G. y Parnet, C. (2013). Diálogos. Valencia: Pre-textos. Maubert, F. (2022). El olor a sangre humana no se me quita de los ojos. Conversaciones con Francis Bacon. Barcelona: Acantilado. Mujica, H. (2018). La carne y el mármol. Francis Bacon y el arte griego. Madrid: Vaso Roto. Sauvagnargues, A. (2006). Deleuze. Del animal al arte. Buenos Aires: Amorrortu. Sinclair, S. (1995). Francis Bacon. Barcelona: Circe, 1995. Sylvester, D. (1987). The Brutality of Fact. Interviews with Francis Bacon. Londres: Thames & Hudson,
b) por otro lado, los transformadores funcionales, estos agentes se presentan como subversivos al generar un nuevo tipo de ser humano que cambia profundamente el modo de alimentarse y, a su vez, su forma de interacción con el medio.
NOTAS
[1] Aunque sí cambien las orientaciones sexuales. Sin embargo, éstas quedan ligadas a un placer más bien estético-sexual, no de corte reproductivo. Una de las posibles consecuencias de ello podría ser el descenso en la reproducción de la especie, pues los humanos no parecen necesitar tanto el acto sexual básico reproductor sino otros muy diversos como el simple mero hecho de contemplar los nuevos órganos, de tocar las nuevas texturas, etc.
[2] G. Deleuze, Derrames. Entre el capitalismo y la esquizofrenia, Buenos Aires, Cactus, 2017, p. 209.
[3] Charles Bukowski, Lo más importante es saber atravesar el fuego, Madrid, Visor, 2015, p. 129.
[4] Gilles Deleuze, Francis Bacon. Lógica de la sensación, Madrid, Arena, 2016, p. 54.
[5] Gilles Deleuze y Felix Guattari, F. (1997). Mil mesetas, Capitalismo y esquizofrenia, Valencia: Pre-textos, 1997, p.186.
[6] Ibídem, p. 192.
[7] Ibídem, p. 194.
[8] Anne Sauvagnargues, Deleuze. Del animal al arte. Buenos Aires, Amorrortu, 2006, p. 71.
[9] Andrew Sinclair, Francis Bacon. Barcelona, Circe, 1995, pp. 260-261.