“El deseo de despertar debe ser interrogado en la misma medida que el deseo de dormir”, es la apuesta que Carolina Koretzky despliega a través de su libro “Sueños y despertares”. Al tomar la noción del despertar y sus diferentes perspectivas, se ocupa, en palabras de Serge Cottet, de “una cuestión que ha quedado latente en la historia del psicoanálisis y concierne nada menos que a la relación del sujeto a lo real en el análisis” (p. 11). Sus páginas ponen de manifiesto que el verdadero eje de la clínica psicoanalítica está orientado por lo real, más que por el sentido: tomar al sueño por este sesgo, a saber, por lo que lo interrumpe, da un nuevo eje a todos los fenómenos de discontinuidad que la clínica observa: lapsus, actos fallidos, síntomas, pasajes al acto, todas versiones de un encuentro fallido entre significante y real (p. 13). Recorre de manera exhaustiva la doctrina de lo real en el sueño desde la obra de Freud, desarrollando su primera doctrina, los límites que plantea entre el sueño y la vigilia. Además, profundiza sobre la problemática del despertar desde los sueños de angustia y los sueños traumáticos. En una segunda parte, desarrolla las modalidades lacanianas del despertar, en relación a la identificación, la angustia, el trauma y las últimas tesis de Lacan. La pesadilla y el goce del Otro: el enigma En los sueños (escribe Coleridge) las imágenes figuran las impresiones que pensamos que causan; no sentimos horror porque nos oprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos. Si esto no es así, ¿cómo podría una mera crónica de sus formas transmitir el estupor, la exaltación, las alarmas, la amenaza y el júbilo que tejieron el sueño esa noche? (Borges, 1974, p. 107). En relación con la temática elegida para este número del Journal Ética y Cine, me detengo en el apartado sobre la pesadilla y el goce del Otro. Carolina Koretzky retoma un elemento que Lacan añade a la forma imaginaria de las pesadillas: el enigma. La angustia que se experimenta en las pesadillas no puede ser explicada sólo a partir de la forma monstruosa o aterradora. Freud ya indicaba separar el afecto en el sueño del resto de su contenido. Lacan centra su atención en el enigma que estas formas provocan: “lo que vuelve a un ser gozador para el sujeto, es su aparición en tanto que ser enigmático. Un vínculo anuda la aparición de un Otro en posición enigmática y la sobrevenida de la angustia en la pesadilla” (p. 109). La vía del enigma puede esclarecer el vínculo con el goce del Otro. Los invito a recorrer sus páginas y adentrarse en los límites difusos entre el mundo de la vigilia y el mundo de los sueños, ¡buena lectura!
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