La sexuación humana El célebre monólogo de Jean Cocteau fue publicado en 1930 y desde entonces ha sido representado muchísimas veces en todo el mundo, conociendo no sólo versiones teatrales sino también cinematográficas e incluso operísticas. A todas ellas se le suma ahora la lectura psicoanalítica. El libro coordinado por Lila Gómez aporta una voz coral que retoma la escena a partir de la recreación que Pedro Almodóvar hace de la obra clásica. Como se sabe, la pieza narra el drama de una mujer que es abandonada por su pareja, con quien mantiene una última conversación telefónica de despedida. Ella vive esta experiencia como algo trágico y el monólogo adquiere progresivamente un carácter lastimoso y suplicante. La (a)puesta de Almodóvar revoluciona la pieza a partir de una estética que abunda en colores intensos y texturas múltiples. Pero sobre todo de una ética diferente: el personaje femenino, que aparece empoderado, rompe con el carácter pasivo original y presenta en acto la temática de género propia de esta época. Un personaje potente, interpretado por Tilda Swinton, lleva a la consagración de una respuesta en la que el amor perdido no resigna el deseo vital. El libro despliega esta vertiente, ordenado en una secuencia inteligente, que va desde la posición melancólica de la pieza clásica, leída por Dora Serué, hasta la multiplicación psicodramática de Damián Kaplan. En el medio se alternan las bellas puestas en abismo de Irene Barros, las pinceladas clínicas de Eugenia Salas, Graciela Woloski, Silvia Neborak e Hilda Catz, quien además realizó la pintura de portada. Y por cierto la aguda apertura y cierre de la gestora de la obra, Lila Fabiana Gómez. Pero como bien lo señala Michel Fariña en el prólogo del libro, la obra de Cocteau no es nueva en el repertorio de Almodóvar. Efectivamente, el monólogo fue introducido tempranamente en su filmografía, cuando en “La ley del deseo” (1987) dirigió a Carmen Maura encarnando a la actriz transexual Tina, que en el escenario se aferra angustiada al teléfono, hasta que toma un hacha y ataca la escenografía. ¿No tenemos en esa puesta un anticipo de lo que será luego el gesto de Tilda Swinton? ¿Y no se cifra allí el núcleo de la pieza, que introduce la sexuación, más allá de todo género? La representación dramática sostenida por la voz humana, en su fórmula de lo neutro barthesiano, está allí para subvertir estereotipos binarios. Para hacer de la intensidad en la voz un llamado al Otro, apenas reconocible en el parlamento supuesto en el extremo de una línea telefónica que parece fugarse para siempre. Por eso no sorprende que simultáneamente con la aparición del libro compilado por Lila Gómez, la actriz y escritora argentina Camila Sosa Villada haya introducido la pieza de Cocteau en clave trans. Su última novela “Tesis sobre una domesticación” comienza justamente con una puesta en escena de “La voz humana”, en la que una actriz transexual desafía la distinción de género en beneficio de una sexuación fuerte y decidida. A partir de allí, el personaje se permite narrar acontecimientos duros y posiblemente autobiográficos de su autora, que hacen de la diversidad un gesto vital y conmovedor. En la misma línea, la directora teatral Jorgelina Belardo reestrenó en 2022 el espectáculo “Orgasmo apocalíptico” que había creado en 1985 con Cris Miró como protagonista. Y es justamente en memoria y homenaje a su amiga Cris, como al infortunio de su amor, que consideró tempranamente para ella la versión travesti de la pieza de Jean Cocteau. La coincidencia del libro de Lila Gómez, con la lectura analítica de su voz coral, las referencias de Michel Fariña al personaje de Carmen Maura y la genial idea planteada en la ficción de Sosa Villada, se conjugan en el tiempo. Señalan en filigrana esa deuda pendiente de la dramaturgia: que una obra concebida en la década del 30 tenga, un siglo más tarde, la merecida puesta que se abra a una lógica de la diversidad sexuada.
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